No
debían fabricarse ni de arena, ni de tierra pedregosa, ni de tierra de arena
gruesa. Debían hacerse de tierra blanquecina con abundante arcilla, o de tierra
roja o sabulo fuerte y grueso, ya que estas tierras tenían la capacidad de que
poseían gran consistencia por su ligereza, no resultando difícil trabajar con
ellas y se podían colocar con gran facilidad (VITRUVIO, 1995, 103).