El arte práctico de los antiguos no es una simple
amalgama de métodos aislados unidos por una comunidad de principios; los
romanos supieron ir más allá e imponer a sus procedimientos ciertas ideas de
sabia disciplina organizativa que hacen que en su arquitectura veamos una
especie de reflejo del mismo orden y regularidad
(CHOISE, 2005, 145).
Cada obra poseía por tanto una organización racional para poder funcionar correctamente y con un resultado lo más económicamente posible, de esta forma, en líneas generales, dividían las áreas de la obra en zonas diversas según las necesidades, así, poseían zonas primarias (para los carros) y zonas secundarias (para los peatones), distribuyendo así todos los elementos de forma racional para poseer una seguridad en el trabajo, unos transportes los más cortos posibles y en resumen, un complejo lo bastante ordenado como para evitar maniobras inútiles (CAIROLI, 2004, 192). Se trata por tanto de una división similar a la que existe hoy en una obra contemporánea, tanto en el uso de maquinaria como en lo que a la división de la obra y del personal se refiere (MARTA, 1990, 84).
Había que tener en cuenta además que en una
obra se encontraban una gran multitud de trabajos diversos, y que cada uno de
ellos requería un grado de especialidad y conocimiento distinto, por ello, los
trabajadores de la obra se dividían en cuadrillas o categorías de trabajadores,
que realizarían una parte del trabajo de obra, por tanto, una misma obra no
estaba compuesta de una sola cuadrilla, sino de varias.
Cada
cuadrilla, como ya decía, estaba especializada en un trabajo diverso y repetía
incesantemente las mismas tareas, así, se
podía estructurar al personal en dos clasificaciones claramente distintas y
emplearlos según sus habilidades y mayor o menor aptitud (CHOISE, 2005,
148).
Esta
división es apreciada sobre todo en la construcción y la ornamentación; Cuando
por ejemplo construían un muro, primero ejecutaban las esquinas y otra
cuadrilla llegaba después y ejecutaba el centro, o bien, los constructores
dejaban el monumento en labra tosca y posteriormente otra cuadrilla de
artesanos continuaban después la labra de la ornamentación in situ. O bien
aplicaban los estucos, adosaban mármoles o le daban una apariencia elegante al
muro. Teniendo cada corporación una parte de responsabilidad en el éxito o no
de la obra (CHOISE, 2005, 150 y 151).
El origen de toda esta organización para la
ejecución y desarrollo de una obra se encuentra en la base del pensamiento
romano: ejecutar todo del modo más breve de tiempo posible y de la forma más rápida
y eficaz (CHOISE, 2005, 152).
BIBLIOGRAFÍA
CAIROLI FULVIO, G.
(2004): L’edilizia nell’antichità.
Roma. Carocci.
CARRILLO
DIAZ-PINES, J.R. (1990): “Técnicas constructivas en la villa romana de El Ruedo
(Almedinilla, Córdoba)”. Anales de Arqueología
Cordobesa 1. Pp. 81-108.
CARRILLO
DIAZ-PINES, J.R. (1992): “técnicas constructivas en las villa romanas de
Andalucía”. Anales de Arqueología Cordobesa
3. Pp. 309-339.
CHOISE, A. (2005): El arte de construir en Roma. Madrid.
Instituto Juan de Herrera y Ministerio de Fomento.
MARTA, R. (1990): Architettura romana. Tecniche costruttive e
forme architettoniche del mondo romano. Roma. Kappa.
PAIS, A. (2008):
“L’edilizia romana nella Toscana Tirrenica alla luce dell’Archeologia
dell’Architettura”. Arqueología de la
construcción I. Los procesos constructivos en el mundo romano: Italia y
provincias occidentales. Mérida. CSIC, Junta de Extremadura, Università
degli Studio di Siena. Pp. 67-88.
PERRAULT, C.
(2007): Compendio de los diez libros de
arquitectura de Vitruvio. Sevilla. Editorial Extramuros Edición.
ROBERTSON, D.S.
(1994): Arquitectura Griega y Romana.
Madrid. Cátedra.
VITRUVIO POLIÓN, M.
L. (1995): Los diez libros de
arquitectura. Madrid. Alianza.
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