El inicio del uso
de la piedra comienza de forma accidental por la recolección de fragmentos de
la superficie terrestre debido a los desprendimientos originados en taludes o
accidentes del terreno. Con estos pedazos de dimensiones muy diversas, se
elevaban muros de piedra seca y cuya estabilidad se garantizaba con la
utilización de los bloques más voluminosos y regulares, formando paramentos que
retienen un relleno de cascotes. Los
cantos rodados, marinos o fluviales, constituían por sus dimensiones y su
regularidad un material de primera calidad, pero su redondez impedía su trabazón
en seco (ADAM, 1996, 23).
En general, se recurrió a la roca local, sobre
todo para el grueso de la construcción, y sólo se importarán materiales para
las zonas lujosas y decoradas y para los paramentos. Entre las piedras
importadas más solicitadas encontramos:
1.- Mármoles: de Chemtu, de Quío, cipolino, del
Filfila, de Lesbos, de Paros, de Pentélico, de Porta Santa, de Proconesa, de
los Pirineos, “Rosso Antico”, de Tassos y el serpentino.
2.- Alabastro.
3.- Basalto: negro y verde.
4.- Granito: gris, negro y rosa.
5.- Pórfido: rojo y verde. (ADAM, 1996, 24).
La forma de extracción podía ser de diversas
formas, lo normal era comenzar una excavación a cielo abierto, y una vez que
estuviera totalmente descubierta la masa de roca por el cantero, se iniciaba la
explotación.
Para obtener los distintos bloques, el cantero
recurría a estratos y fisuras naturales (que eran muchos más fáciles de obtener)
e introducía cuñas metálicas, bastando solo un empuje con palancas para
extraerlo, de este forma se ahorraba considerablemente en tiempo y esfuerzo.
Una vez que se había despejado un frente de
cantera, el cantero excavaba tanto a
derecha como izquierda unas ranuras que tuvieran la misma profundidad que la
altura del bloque deseado, y luego un canal que delimitara la faz posterior (ADAM,
1996, 26)[1].
Una vez ejecutado esto, se procedía a realizar una ranura más, bajo el bloque,
donde se introducían las cuñas metálicas con un mazo y posteriormente
ejerciendo una presión de palanca se acaba por despegar todo el bloque.
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Esquema de los distintos tipos de explotación de canteras (ADAM, 2002,25) |
Toda la explotación
progresaba siempre de esta forma y con una altura de una hilada como mínimo.
Además de la explotación para bloques de piedra
para la construcción de muros, los romanos también se dedicaron a la extracción
de bloques en hiladas escalonadas o de volúmenes manejables cuyo fin era el de
ser descompuestos para mampuestos o modelados en molduras o tambores. Así como
también extrajeron columnas (ADAM, 1996, 26; CHOISE, 2005,96).
Cuando la explotación en gradas había alcanzado su nivel
más bajo al pie del declive natural los canteros deseosos de seguir con la
extracción bajaban verticalmente uno o varios frentes de arranque. El descenso
vertical tenía sus límites en el fin de veta rocosa debido a un cambio de tipo
de suelo, o bien en el encuentro frecuente de una capa freática, o simplemente
en la dificultad de tener que subir los materiales desde el fondo de una
cavidad demasiado profunda. En ese caso, resultaba conveniente penetrar en la
masa rocosa por galerías, procedimiento menos productivo por la razón evidente
de que la mayor parte de la roca debe permanecer en su sitio para garantizar la
contención y la cubierta (ADAM, 1996, 28).
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Extracción de fustes de columnas (ADAM, 2002, 27) |
Las canteras fueron abiertas por todos lados,
pero sobre todo (aquellos yacimientos de mayor calidad) se situaron en las
proximidades de una vía de comunicación, ya sea terrestre, fluvial o marítima
(ADAM, 1996, 28). Por otro lado, el uso de la piedra en una obra estaba también
condicionado por la presencia en las cercanías de una cantera o no (CARRILLO,
1992, 315)
Una
vez extraídos estos bloques, las piedras recibían en el momento de su talla una
preparación destinada a orientarlas[2].
Lo general era el tratamiento en la cara del paramento, que podía ser finamente
labrada o bien conservar un almohadillado más o menos pronunciado (ADAM, 1996,
53). La función de estos resaltos era además del decorativo, el de proteger las
piedras de los choques (CHOISE, 2005,94), en realidad, la función original fue
la de proteger de los golpes, y posteriormente esto derivó en motivos
decorativos (CHOISE, 2005,98). La cara inferior y la superior (lecho y
sobrelecho), debían ser completamente planas para poder transmitir así
perfectamente los esfuerzos. Así como se colocaban según el lecho de cantera
para poder soportar bien los esfuerzos a compresión (ADAM, 1996, 53). Y cuando
el lugar de colocación estaba alejado de la cantera, estos sillares eran
marcados uno por uno para posteriormente ser colocados perfectamente.
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Sillar (ADAM, 2002, 53) |
Para la ubicación de
los sillares se empleaban rodillos de transporte manual cuando las dimensiones
de estos eran modestas, pero aún así se realizaban palancas, por lo que se
debían realizar unas pequeñas cavidades que aseguraban poder introducir la
herramienta para realizar la operación. Estas cavidades se situaban siempre
cerca de las juntas. Los calces igualmente eran realizados a través de planos
de elevación, en sentido transversal y ayudados igualmente de orificios (ADAM,
1996, 55; CHOISE, 2005,104 y 105), quedando posteriormente ocultos.
[1]
Orientación que debía
ser tenida en cuenta en las operaciones que se realizaban en el momento del
transporte.
[2] Estas ranuras que facilitaban
la extracción por capas paralelas a la estratificación, se realizaban con un
pico que dejaba en la piedra unos surcos curvos donde se podía ver el trabajo
del cantero, y que podían ser ensanchadas para facilitar el acceso cuando los
bloques tuvieran unas dimensiones notables (ADAM, J. P.; 1996;26).
BIBLIOGRAFÍA
ADAM, J-P (2002): La construcción romana. Materiales y técnicas. León. Editorial de los Oficios.
AMICI, C.A. (2008): “Dal monumento all’edificio: il ruolo delle dinamiche di candiere”. Arqueología de la construcción I. Los procesos constructivos en el mundo romano: Italia y provincias occidentales. Mérida. CSIC, Junta de Extremadura, Università degli Studio di Siena. Pp. 13-32.
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CHOISE, A. (2005): El arte de construir en Roma. Madrid. Instituto Juan de Herrera y Ministerio de Fomento.
MARTA, R. (1990): Architettura romana. Tecniche costruttive e forme architettoniche del mondo romano. Roma. Kappa.
PAIS, A. (2008): “L’edilizia romana nella Toscana Tirrenica alla luce dell’Archeologia dell’Architettura”. Arqueología de la construcción I. Los procesos constructivos en el mundo romano: Italia y provincias occidentales. Mérida. CSIC, Junta de Extremadura, Università degli Studio di Siena. Pp. 67-88.
PERRAULT, C. (2007): Compendio de los diez libros de arquitectura de Vitruvio. Sevilla. Editorial Extramuros Edición.
ROBERTSON, D.S. (1994): Arquitectura Griega y Romana. Madrid. Cátedra.
VITRUVIO POLIÓN, M. L. (1995): Los diez libros de arquitectura. Madrid. Alianza.
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