Durante los siglos V y VI las catacumbas fueron prácticamente sólo vistas con fines devocionales para visitar las tumbas de los mártires. Los itinerarios de las visitas que ya existían fueron restaurados y además fueron creados otros nuevos itinerarios. Estos se realizan aprovechando galerías ya existentes reforzando las paredes con mampostería o enluciendo. En aquellas galerías que ya no eran usadas, se crean muros para impedir que nadie pudiera pasar, creando así un recorrido forzoso. Además, se crearon o ampliaron lucernarios en puntos estratégicos para crear juegos de luz a lo largo del recorrido.
Recorrido forzado de la visita. Catacumba de Pedro y Marcelino |
A partir de la primera mitad del siglo VI, debido a que se hacía coincidir el altar de la celebración con la tumba del mártir, se crearon grandes basílicas ad corpu. Estas en un principio tenían unas dimensiones modestas y formas irregulares debido a la transformación de los espacios existentes, eran totalmente subterráneas y se podía acceder a ellas exclusivamente a través de unas escaleras creadas con esta finalidad y, como el resto de espacios creados para este fin, eran iluminadas por lucernarios. Más tarde, con la evolución del fenómeno, fueron basílicas regulares y de grandes dimensiones, accesibles siempre desde escalinatas introducidas por vestíbulos de acceso y con la cubierta por encima de la cota del terreno.
Las decoraciones suelen ser sobrias, haciendo coincidir el altar con los sepulcros de los mártires, se trataba bien de un bloque de roca (tallada para la ocasión) o bien una estructuras construida para ello superpuesta. Algunos elementos y la distribución que se daba eran iguales que la de los edificios levantados en superficie para el mismo fin.
Planta de Basílica de la
Catacumba de Domitilla
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La construcción de estas basílicas era costeada por los pontífices, aunque no siempre fue así. Hubo momentos en los que estas estaban simplemente decoradas con pinturas en el mismo lugar donde estaba la tumba del mártir venerado representado a los mismo mártires o a otros santos. Todas estas basílicas se fueron construyendo a lo largo del tiempo, siendo completada a finales del siglo VI o principios del VII.
Fue a partir de este momento que comienza el declive. En este, influyen varias causas:
Durante el periodo comprendido del siglo V al VI solamente se construyeron tumbas de forma esporádica en torno a las tumbas de dichos mártires. Desde hace tiempo, ya se habían trasladado de forma definitiva los lugares de enterramiento a las áreas en superficie. Esto, unido a la guerra greco-gótica y al cambio de mentalidad, llevó consecuentemente que se empezara a enterrar también dentro de la ciudad.
Una vez cambiado el lugar de enterramiento, y el hecho de que la plegaria se realizara en estas basílicas, y que además proporcionaba protección debido a que era un lugar sacro, provoca un paulatino abandono del uso de las catacumbas como lugar para los enterramientos de inhumación. A ello se suma las incursiones de los lombardos a mediados del siglo VIII y de los sarracenos en el 846, que provoca un golpe de muerte para la última frecuentación de las catacumbas.
La devastación de Astolfo en el 756 redujo algunos santuarios a establos para los animales y esto, junto con la imposibilidad de poder mantenerlos de manera adecuada, hizo que a partir de mediados del siglo VII se comenzaran a trasladar los restos de los santos allí enterrado a las Iglesias urbanas del interior de la ciudad, abandonando así por esta causa también, poco a poco las catacumbas. No obstante no sin intentos previos de restaurarlas, debido no sólo a los desperfectos producidos por las invasiones, sino también a los saqueos a las que habían sido objeto, pero con poco éxito.
En resumen, una vez que su principal objetivo de visita ya no se encontraba en estos lugares, los santuarios de las catacumbas fueron olvidados, solamente algunos siguieron siendo frecuentados después de trasladar el mártir allí enterrado, pero en general, únicamente aquellos sectores conectados con las basílicas martiriales que todavía tenían los restos allí enterrados fueron las que siguieron teniendo visitas y fueron accesibles durante toda la Edad Media, para el resto, y para estas últimas después de esta fecha, lo que existió fue abandono y olvido, y poco a poco la tierra y los escombros fueron tapando los lucernarios, rellenando las galerías, tapando accesos hasta el punto que no fue sino hasta finales del siglo XVI que fueron redescubiertas por de Rossi que ni siquiera se sabía de la existencia de ellas.
BIBLIOGRAFÍA
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WEBB, M. (2001): The Churches and Catacombs of early Cristian Rome. A Comprehensive Guide. Padstow. Sussex Academic Press.
+Marta Velazquez Rojas
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