El Museo para el
Ara Pacis debía ser un nuevo contenedor, y como ya había ocurrido en época de Mussolini, debía ser la nueva
teca. Además, debía resaltar, debía ser señal del mundo actual, de la
línea de construcción actual.
Con todo esto, se
abre el debate que se había interrumpido casi 60 años antes, el de cómo
intervenir dentro de la muralla Aureliana.
El arquitecto, tiene por tanto que
cumplir el motivo del encargo, con las intenciones que se indican, pero sin
olvidar el aislamiento térmico, acústico y atmosférico del altar, que deberá
preservarse en las condiciones climáticas ideales.
Otro elemento
añadido era la forma del terreno sobre el que se podía intervenir (rectangular
en dirección norte-sur, en dirección paralela al río), con una diferencia de
cota que iba creciendo hacia el norte. Y unido a esto, el cliente quiere la mayor
visibilidad posible del monumento, recomendando el uso del mármol, además de
intentar dar la máxima luz difusa posible. Por último, la prohibición de tocar
el muro de la Res gestae.
Planta y alzado del proyecto de Meier |
Planta
de emplazamiento del proyecto de R. Meier
|
Con todos estos condicionantes, Meier realiza
su propuesta, en la que intenta reunir no sólo las premisas que le habían sido
impuestas, sino también hacer regencia a los condicionantes de su primera
posición, aquella original. Por ello, piensa un edificio sin alterar su forma,
pero que sea permeable y transparente en el contexto urbano, así, el edificio
es una estructura lineal (norte-sur) y dividido en varias zonas, unas
cubiertas, otras descubiertas, pero en todas ella se aprovecha al máximo la luz,
que en la ciudad de Roma tiene una presencia casi continua.
Quetglas define un museo como: “el museo guarda todo aquello del pasado que poseemos”. Aunque pasado y posesión son conceptos contrarios y excluyentes; del pasado solo tenemos lo que la memoria conserva, los restos son los signos de las cosas, de las civilizaciones, entonces, el museo surge como un contenedor de signos, la función del museo está en la concepción de guardar, y aquí parece que lo que tiene que guardar es el Ara Pacis.
El museo no pretende ser más, simplemente debe ser contemporáneo, que por otro lado, no se aleja de lo tradicional, si no es por la forma, no difiere de la iglesia. Ya que debía seguir siendo una teca.
El monumento que alberga este edificio no se encuentra en su posición original, que no se pretende, y esto desde un inicio, mostrarlo tal y como era en el momento de su construcción, sino que pretender ser una pieza protegida en un museo, como cualquier otra pieza de museo más, a pesar de ser una pieza tan importante y con tanto significado histórico.
El museo se divide en tres sectores:
Acceso |
acceso desde el segundo sector |
Aprovechando el desnivel entre Lungotevere y via Ripetta, existe una planta semienterrada, flanqueada por el Muro de las Res Gestae (el único elemento conservado del antiguo pabellón). En estos espacios están la biblioteca, las oficinas de la dirección y dos grandes salas iluminadas artificialmente, donde se exponen los fragmentos que no fueron recolocados en la construcción del 1938 y otros importantes relieves del Ara Pietatis. Además, en estos espacios se exponen colecciones temporales, funcionando así como un museo. A ellas se puede acceder desde el norte o desde el sur.
Respecto a los materiales y la tecnología usada, el arquitecto Richard Mieir recurre a materiales que pretenden una integración con el entorno, el travertino, como elemento de continuidad del color, el revoque y el cristal, que permite combinar el interior con el exterior y el exterior con el interior, dando un efecto simultáneo de volumen y transparencia, de plenitud y vacío.
Siguiendo con la línea de evocar el recuerdo, el travertino utilizado procede de las mismas canteras de donde se extrajo el mármol para la realización de la plaza Augusto Imperatore en los años 30.
La iluminación, tanto interior como exterior, nocturna y diurna, utiliza reflectores con accesorios antideslumbramiento, filtros para subrayar los colores y lentes que definen y modulan la distribución del haz luminoso teniendo en cuenta las características de las obras expuestas.
El cristal se caracteriza por ser extremadamente pulido (por un proceso de siete capas aplicadas sobre una red vítrea, y por su capacidad autolimpiante frente a los agentes atmosféricos).
El vidrio templado que encierra el Ara Pacis está compuesto por dos capas de 12 mm cada una, separadas por espacio rellenado con gas argón y compuesto de una capa de iones de metal noble para filtrar los rayos de luz. Su tecnología, estudiada para obtener una relación óptima entre el resultado estético, la transparencia, el aislamiento acústico y térmico, y el filtrado de la luz, se lleva hasta el límite de las actuales posibilidades técnicas.
El microclima interior se produce por un complejo equipo de aire acondicionado que responde a dos exigencias: ser lo más discreto posible respecto a la arquitectura que lo rodea y reaccionar en tiempo breve a las causas que perturben las condiciones térmicas y de humedad.
Una cortina de aire sobre los ventanales impide la condensación del aire y estabiliza la temperatura. Una gruesa capa de poliestireno bajo el pavimento permite que fluya agua templada, caliente o fría, según las necesidades, para crear las condiciones climáticas ideales.
El espacio que contiene el monumento del Ara Pacis posee, además, un sofisticado equipo para la circulación del aire con un elevado grado de filtración para situaciones de gran influencia de hasta 2 veces el máximo previsto.
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