La arcilla es el material que se usaba cuando había una falta de piedra de construcción, cuando la calidad de la piedra no era buena, o cuando esa piedra era difícil de trabajar.Se sabía que este material secado al sol era muy eficaz, pero se descubrió (accidentalmente) que era aún más resistente a la humedad y al agua si este material se sometía a cocción. Así, este se usó de esta forma como ladrillos aunque su uso mayoritario fue el que poseía en sus inicios, que era el de tejas y ornamentos de cumbrera de los edificios para asegurar que poseían una cubierta estanca y la protección de los extremos de las piezas de madera de la armadura (ADAM, 1996, 61).Este material se podía encontrar de dos formas: natural o cocida.En estado natural se encontraba de tres formas diversas, estas eran: tierra apisonada o tapial, adobe y ladrillos (ADAM, 1996, 63), siendo muy reducido su empleo en todos los casos (CARRILLO, 1992, 315).
El modo de utilización, sea cual sea su uso posterior es siempre el mismo: la arcilla se deposita en una fosa inundada, próxima al establecimiento de agua, y allí se amasa pisándola con el desengrasante que puede ser vegetal (paja, hierba seca, salvado, a veces cenizas, o mineral : arena o gravilla).
Únicamente las arcillas magras pueden ponerse en obra tras ser amasadas con agua (ADAM, 1996, 63). Y son estas las que han recibido el nombre de tapial. Este, por ser tan fluido, no puede ponerse en obra si no poseía soportes o entibaciones para delimitar el espesor del muro. Para evitar que se fuera por posibles lluvias, no se ponía en contacto con el suelo y se le realizaban a estos muros un zócalo de piedra. Lo mismo ocurría con el remate de la pared, que era de cascote de tela, formando una cornisa o entablamento para que el agua de la lluvia fuera arrojada fuera y la pared quedase preservada del agua (ADAM, 1996, 64; PERRAULT, 2007, 34).
El modo de utilización, sea cual sea su uso posterior es siempre el mismo: la arcilla se deposita en una fosa inundada, próxima al establecimiento de agua, y allí se amasa pisándola con el desengrasante que puede ser vegetal (paja, hierba seca, salvado, a veces cenizas, o mineral : arena o gravilla).
Únicamente las arcillas magras pueden ponerse en obra tras ser amasadas con agua (ADAM, 1996, 63). Y son estas las que han recibido el nombre de tapial. Este, por ser tan fluido, no puede ponerse en obra si no poseía soportes o entibaciones para delimitar el espesor del muro. Para evitar que se fuera por posibles lluvias, no se ponía en contacto con el suelo y se le realizaban a estos muros un zócalo de piedra. Lo mismo ocurría con el remate de la pared, que era de cascote de tela, formando una cornisa o entablamento para que el agua de la lluvia fuera arrojada fuera y la pared quedase preservada del agua (ADAM, 1996, 64; PERRAULT, 2007, 34).
Su forma de puesta en obra era por bataches de 2 ó 3 metros de longitud y no más de 1 metros de altura, de forma que se vertía en material dentro y se iba pisando y apisonando a medida que se procedía a su vertido. EL objetivo del apisonado era el de compactar el material y el de quitarle la humedad antes de que se secara (ADAM, 1996, 64).